Ante la explosión documental provocada por la red informática, el papel de las bibliotecas en la organización, conservación y puesta a disposición de los documentos sigue ocupando un lugar fundamental. Contra la ilusión técnica de un universo documental “auto - organizado”, abierto a todos, en el cual la información circula libremente, abordar la cuestión a partir de la experiencia de las bibliotecas nos permite concebir, por el contrario, un equilibrio entre innovaciones técnicas y condiciones sociales de creación y difusión de los documentos. El acceso al saber para todos necesita “bibliotecas” en el universo digital, y las bibliotecas cambian de naturaleza y de función confrontándose a la necesidad de llenar sus misiones sociales y culturales en el ciberespacio.

Una definición socio - técnica

En el sentido tradicional, una “biblioteca” es un lugar en el cual los libros son:

- conservados para las generaciones futuras, con el fin de ofrecer una continuidad a la producción cultural y constituir la memoria colectiva;

- organizados: la “clasificación” forma parte de la emergencia de nuevos saberes y facilita la ubicación de documentos;

- y abiertos a la lectura por todos y en todo lugar. El usuario de una biblioteca puede consultar los libros “in situ” o utilizar la “red de bibliotecas” con el fin de¬ ¬obtener en su propia ciudad documentos que no están presentes en la colección local.

Las bibliotecas funcionan desde hace tiempo “en red”, para compartir el trabajo creando los “catálogos colectivos”, y para garantizar el Acceso Universal a las Publicaciones. Desde la invención de los ordenadores, los centros documentales han aprovechado para crear “bancos de datos”, verdaderos puntos de acceso a las referencias, especialmente en el campo científico.

De este modo las bibliotecas se vuelven responsables ante los lectores (permitirles acceder a toda la información del mundo) y ante los documentos (garantizar que serán legibles mañana, y que serán descritos en un banco de datos clasificado). Su experiencia puede servirnos de marco de trabajo para pensar en “documentos digitales” en la duración y en la organización del libre acceso al saber.

En los años 90, el mundo de las bibliotecas da nacimiento al concepto de “bibliotecas digitales” y decide conferirle tanto preocupaciones técnicas como misiones sociales y culturales. Christine Borgman [1] menciona en 1999 dos enfoques distintos que son utilizados entre los profesionales de las bibliotecas. Ella describe “un conjunto de recursos y de capacidades técnicas para crear, buscar y utilizar la información”, pero subraya también que “las bibliotecas digitales están concebidas y organizadas para (y por) una comunidad de usuarios, y sus medios son utilizados para responder a las necesidades de información y a los usos de esta comunidad”. Un enfoque que también fue propuesto por el Virginia Tech Institute en 1998: “una biblioteca digital no se resume en una colección digitalizada y en herramientas de gestión de la información. Es también un conjunto de actividades que ponen en relación las colecciones, los servicios y los usuarios a todo lo largo del ciclo de creación, difusión, uso y conservación de datos, información y conocimientos” [2].

El uso de la informática en las bibliotecas digitales ya no se limita a la creación de catálogos o de portales de acceso, sino que cubre el almacenamiento, la búsqueda y la provisión en un formato siempre legible, de los documentos en sí mismos, en su diversidad. Para la Association of Research Libraries, “las colecciones de las bibliotecas digitales no se limitan a un cúmulo de ¬referencias, sino que se refieren a todos los artefactos digitales que no pueden ser presentados o representados en forma impresa”[3]. La biblioteca digital es también una biblioteca “multimedia”.

Digitalizar y archivar

Con el desarrollo de las redes, la lectura de los documentos se hace cada vez más a través de lo digital. Las bibliotecas se plantearon entonces muy rápido la pregunta acerca de la “digitalización” de los documentos impresos, pero también de la transformación de las películas o de las grabaciones sonoras, con el fin de facilitar su difusión. Rápidamente, también se dieron cuenta de que existía, en un crecimiento acelerado, un conjunto de documentos que originalmente eran digitales, especialmente en los sitios web.Otro aspecto de su trabajo se destinó a organizar estos documentos y a asegurarles su duplicado.

La digitalización de las obras impresas ha sido lanzada a principios de los años noventa en numerosas bibliotecas y centros de archivos en el mundo. Así, el programa Gallica de la Biblioteca Nacional de Francia propone más de 7000 obras del siglo XIX, 80.000 imágenes y decenas de horas de grabaciones sonoras [5]. El programa “Google Print” [6], anunciado con grandes refuerzos mediáticos en diciembre de 2004, se propone digitalizar centenares de miles de obras de cinco bibliotecas de los Estados Unidos. Este anuncio hizo correr ríos de tinta, especialmente en Francia, donde el presidente de la Biblioteca Nacional de Francia aprovechó la ocasión para ampliar Gallica hacia un programa europeo multilingüe de digitalización [7]. El acceso a la cultura del pasado se vuelve, a través de la digitalización, no solamente una cuestión económica, sino también “geopolítica” [8]: hay varias visiones del mundo, y ellas están inscritas en los libros. Para construir la Paz, hay que hacer cohabitar en el universo digital todas las formas lingüísticas, pero también las diversas trayectorias históricas. La China y la India, al lanzar un partenariado en Internet Archive y la Universidad de Michigan [9]; el mundo árabe, a pesar del pillaje y la destrucción de la Biblioteca de Bagdad, lugar de invención de la escritura; y el Africa para los manuscritos del siglo XIII hallados en Tombuctú [10], tienen proyectos de digitalización que pueden¬ ¬reequilibrar una visión demasiado “occidental” de la cultura y del conocimiento.

Sin embargo, es grande el peligro de que el financiamiento por los países desarrollados o las organizaciones internacionales se traduzca en un flujo en sentido único de cultura y de conocimiento. Especialmente porque el estatuto jurídico de las obras digitales no está claramente establecido. La digitalización daría nuevos derechos a la empresa que la ha realizado, lo que se traduciría en una nueva apropiación del patrimonio. El ejemplo del Código Leicester de Leonardo da Vinci es significativo: comprado por Bill Gates se encuentra en un cofre de banco, la única versión es digital, y el copyright ha sido atribuido a Corbis. Si no tomamos precauciones, la digitalización puede traducirse en una nueva privatización del dominio público.

La otra parte de la constitución de bibliotecas digitales consiste en “archivar la web”. Así como Internet ¬Archive [4], numerosos programas públicos y privados tienen como objetivo constituir “colecciones” de imágenes digitales del pasado sin embargo, cercanas a Internet. Estamos pues confrontados a varios problemas:

- ¿cómo seleccionar la parte de la web que será archivada (muestreo)?

- ¿tal archivo debe ser hecho en conexión con los editores de los sitios web, o bien una biblioteca puede considerar que esos documentos disponibles pueden ser archivados por ellas en nombre del uso legítimo (fair use)?

- ¿cómo colectar documentos dispersos en millones de máquinas?

- ¿cómo transformar esos documentos (páginas web) con el fin de permitir al lector del mañana abordar la experiencia que pudo ser la de un lector en el momento de la aparición (reproducir lo más fielmente posible no solamente el contenido de los sitios, sino también su apariencia)?

- ¿cómo permitir a un lector leer documentos que ya no existen en Internet, en razón de la desaparición de los sitios, pero que todavía no son del dominio público? Se puede pensar que numerosos autores desean que las obras que dejan libremente en Internet en el momento de su creación pueden quedar en los archivos de las bibliotecas.

Esta cuestión de archivo de la web plantea también un problema más fundamental de definición del documento en su paso a formato digital. [11]. Uno de los mitos de Internet consiste en reemplazar el “documento”, que se puede leer y releer, por el “flujo de información”, siempre renovado, más próximo a la “comunicación audiovisual”. Este mito se apoya sobre una evolución muy real de las prácticas sociales en torno a la escritura/lectura: blogs, mail, secuencias video, podcasts, sitios evolutivos, wiki, etc. El estatuto de los autores cambia. ¿Cómo guardar el rastro de este cambio?¿Cómo hacer disponibles las ideas y las acciones de los años anteriores? En suma, cómo transformar el flujo de Internet de hoy en documentos que seguirán siendo legibles mañana?

Dos estrategias para encontrar documentos digitales

Porque el ordenador se vuelve la herramienta privilegiada de la creación de nuevos documentos, tanto en la mesa del escritor como para el investigador universitario, tanto para el montaje video como para la creación musical, el número de documentos editados (en este caso, colocados en la web) se multiplica sin medida común con los problemas anteriores. Como la cuestión de la identificación de los documentos responde a la necesidad de un lector, el hecho de que esta necesidad sea científica, política o cultural adquiere entonces un lugar preponderante.¿Cómo encontrar una aguja en esta proliferación de información?

Dos estrategias han sido establecidas:

- los “motores de búsqueda” (Google, Yahoo, MSN) utilizan el contenido de los documentos para efectuar la búsqueda. Esto favorece las búsquedas precisas cuando la pregunta conlleva varias palabras (por ejemplo, la búsqueda de una cita). Pero hace más difícil la búsqueda de conceptos.
•- Las clasificaciones de las bibliotecas digitales, y cada vez más de las herramientas propuestas en el marco de la “web semántica” [12], apuntan a elaborar “lenguajes documentales” en los cuales se puede “navegar” a fin de encontrar en ellos los documentos que se hallan agrupados por proximidad de sentido.

Estas dos estrategias son complementarias [13]. Si la primera se apoya sobre el cálculo y en consecuencia, sobre la potencia informática, la segunda demanda una intervención humana. La primera está sometida a las imprecisiones del lenguaje, a las manipulaciones por los servicios de “referenciación” y a las opciones escondidas de los algoritmos; la segunda sufre de visiones a menudo demasiado específicas y parciales de la clasificación de conocimientos.

Cada clasificación (desde la Dewey de las bibliotecas hasta el anuario de Yahoo!) es el reflejo de visiones acerca del mundo, de las preocupaciones “actuales” del grupo que la crea, la desarrolla y la utiliza. Las clasificaciones utilizadas en Internet están principalmente ligadas, hoy, a las necesidades de los países desarrollados. Disponer de un sistema de clasificación evolutivo, completo, de facetas múltiples y realmente mundial exige mucha inversión humana. Ahora bien, disponemos con Internet de la capacidad de hacer cooperar a muchas personas para esas tareas. Los proyectos cooperativos como el Open Directory Project. [14] o la folksonomía [15] permiten a los mismos lectores participar en la clasificación de los documentos digitales. Se constituye un nuevo rol de las bibliotecas digitales encontrar los medios técnicos y humanos para animar esta dinámica, para garantizar que los puntos de vista del mundo entero sean bien respetados, y para facilitar las traducciones de los conceptos.

El modelo calculatorio de los motores de búsqueda está, por su parte, sesgado por las limitaciones económicas que pesan sobre esas empresas. Asociar las búsquedas documentales y las ganancias publicitarias se vuelve entonces une necesidad que pesa a su vez sobre el equilibrio de notoriedad de los documentos encontrados. Los documentos que aparecen en primer lugar en una lista de respuestas son a la vez citados, lo que les hace aun más conocidos. Es un efecto “mediático” que tiende a dividir los documentos entre un pequeño número leído y citado muy a menudo y los otros que seguirán siendo casi desconocidos. La cuestión de la diversidad cultural y lingüística y la de la calificación de la ciencia (el control por los pares - peer review) no pueden ser tomadas en cuenta por el modelo algorítmico de los motores de búsqueda. Y esto más aun cuando se trata de documentos largos, como los libros [16].

Con los grandes motores de búsqueda, vemos emerger un real “nuevo media” en Internet. Ahora bien, este media, herramienta de promoción, de venta de espacio publicitario y amplificador del “éxito” de audiencia, se presenta únicamente bajo el ángulo de una herramienta “técnica” destinada a explotar mejor los recursos de la web. Bajo esta aparente banalidad, podemos sin embargo desde ya notar los deslices que van a favorecer a los documentos producidos en inglés, en los países desarrollados. Los documentos “gran público” van a ser privilegiados por el sistema de descuento de los vínculos (la page rank de Google) en detrimento de la búsqueda y de las obras críticas. En suma, lejos de constituir un medio de acceder a toda la información, es grande el riesgo de favorecer solo a una parte de la información, la que tiene los medios de constituir audiencia gracias a las diversas técnicas de marketing que apuntan a hacer aparecer a los sitios al comienzo de la lista. Esta nueva dominación mediática emergente es motivo de preocupación para los países en desarrollo. Más aún teniendo en cuenta que ninguna regla de limitación de la concentración, ninguna ley antimonopolio ha sido establecida para ese sector.

El libre acceso al conocimiento

Las bibliotecas, porque permiten leer documentos hallados y clasificados fuera de las reglas del mercado y de las presiones religiosas o ideológicas, son herramientas esenciales para ampliar al mundo entero, y sobre todo en dirección de las mujeres, el libre acceso al conocimiento. Es porque son servicios abiertos a todos (y a todas) que las bibliotecas han buscado siempre promover la lectura, la reflexión, el pensamiento, para todas las categorías de la población. Para asegurar esas misiones, y finalmente mejorar el nivel de vida y de conciencia de los individuos y de los países, las bibliotecas se apoyan en “limitaciones y excepciones” en el marco de las leyes sobre los Derechos de Propiedad Intelectual. La lectura pública, el uso de obras bajo copyright en las escuelas y universidades, la difusión de la ciencia se han hecho posibles por medio de numerosas reglas de uso ¬presentes en las leyes y la jurisprudencia sobre el derecho de autor o sobre el copyright. Así, es posible la noción de “fair use” (uso legítimo) que permite a las bibliotecas hacer leer a su público, en su local o a domicilio, las obras, las músicas o las películas y reportajes que ellas han adquirido regularmente. Las compras de las bibliotecas constituyen un motor económico esencial para un gran número de obras, especialmente los documentos críticos, especializados, de alto nivel, o en lenguas minoritarias en el seno de un país determinado.

Ahora bien, esas excepciones y limitaciones son profundamente alteradas por el pasaje a formato digital y aún más por la difusión de los documentos por vía electrónica en red.

En tal sentido, la IFLA (International Federation of Library Associations) recoge:

- la instauración de nuevas capas legales sobre las leyes de copyright, como el “derecho de las bases de datos” (la organización de las informaciones en base de datos confiere una propiedad, aun si las informaciones no están sometidas a copyright);

- las Medidas Técnicas de Protección (DRM), que impiden a los lectores utilizar las excepciones legales (por ejemplo, la copia privada);

- las licencias no negociables que van más allá de las reglas sobre los usos legítimos (cada documento digital propone une “licencia”, contrato privado cuyos términos, redactados únicamente por el editor, se vuelven superiores a la Ley).

Agreguemos que las reglas de conservación de los documentos electrónicos no siempre son observadas por las prácticas de los editores. Ahora bien, solo los organismos independientes, que hayan recibido una misión, pueden garantizar la imparcialidad y la completitud del archivo y de la preservación de los documentos. Los ejemplos sobre la historia de documaentos que desaparecieron una vez que su uso salió de la esfera económica, son abundantes.

Agreguemos también que las bibliotecas participan en la extensión de los usos colectivos de Internet. Ellas ¬albergan telecentros o lugares de creación multimedia. Herramientas de educación popular, las bibliotecas permiten a muchas personas el aprendizaje colectivo de la lectura de documentos electrónicos. Ahora bien, las reglas de derecho, así como las prácticas del comercio, solamente tienen en cuenta los usos “individuales de los documentos. Un concepto tan restringido afecta en particular a las mujeres, en los países donde ellas están sometidas a una presión que limita su acceso a la escuela y al conocimiento, y para quienes las bibliotecas son refugios culturales.

Entonces ¿cómo mantener y ampliar en los países en desarrollo y a las capas de población que tienen poco acceso a la lectura, el servicio que prestan las bibliotecas en el universo digital? Esta pregunta constituye un desafío fundamental para un desarrollo mundial sostenible. Es también una cuestión de salud pública (acceso a los conocimientos que permiten hacer frente a las pandemias), de construcción de la Paz (por la inter - comprensión de los pueblos y de las culturas), y de extensión de la democracia y de los Derechos Humanos. Es una de las razones que conducen a los bibliotecarios, en particular los de la IFLA, a participar en la acción de la sociedad civil para escribir un “Tratado para el libre acceso al conocimiento” [18].

Los tres desafíos de las bibliotecas digitales

Hemos hallado tres ejes alrededor de los cuales parece necesario concebir la construcción de bibliotecas digitales. Estos tres ejes cubren las actividades tradicionales de las bibliotecas y al hacerlo muestran que la experiencia adquirida con los libros y revistas en las últimas décadas puede servir también en una situación en evolución muy rápida, más marcada por la comunicación que por la gestión de la información documental, como la de Internet actualmente.

- la conservación y la digitalización: ¿cómo elegir los documentos a digitalizar, cómo garantizar la cobertura de todas las ideas y todos los idiomas? ¿Cómo archiva los flujos de informaciones que circulan en Internet en provecho de generaciones futuras? ¿Cómo conservar en el seno de los bienes comunes los documentos del dominio público que son digitalizados?

- la búsqueda documental: ¿cómo articular los modelos de motores de búsqueda y los de clasificación, a fin de evitar que el conocimiento se convierta únicamente en un registro de la “popularidad” de tal o cual idea o concepción?¿Cómo desarrollar el multilingüismo y la navegación por conceptos prometidos por la “web semántica” asociando a todos los internautas del mundo entero?

- el acceso a los documentos: ¿cómo mantener las limitaciones y excepciones a la propiedad intelectual que permiten a los bibliotecarios participar en la libre circulación de los conocimientos en el universo digital? ¿Cómo evitar que nuevos derechos y técnicas de propiedad asociados a los documentos numéricos vengan a reducir la capacidad de todos y de todas, de acceder al conocimiento?

Al mirar Internet con ojos de bibliotecario, podemos percibir mejor la necesidad de guardar los rastros de su intensa actividad. Podemos situar mejor la reflexión en la duración y encontrarnos menos sometidos a los entusiasmos mediáticos. Podemos, en fin, medir en el campo de las ideas, la importancia de la implementación de normas de descripción (los metadatos) y la interoperabilidad (la traducción, la cooperación en la descripción documental y la necesidad de reformatear permanentemente los documentos para que sigan siendo legibles, siguiendo la evolución técnica) que están en el fundamento de las técnicas de Internet.

Haciendo esto, volvemos a encontrar una concepción social de la información y del conocimiento, que construye a la vez patrimonio (las obras del pasado) y acceso a las informaciones más actuales (las publicaciones científicas). Relativizamos las visiones estrictamente comerciales de la producción de cultura y de conocimiento situándonos desde el punto de vista de los bienes comunes de la información y de sus efectos sobre el desarrollo de las personas y de los países.

27 de marzo de 2006

couverture du livre enjeux de mots Este texto es un extracto del libro Palabras en Juego: Enfoques Multiculturales sobre las Sociedades de la Información. Este libro, coordinado por Alain Ambrosi, Valérie Peugeot y Daniel Pimienta, fue publicado el 5 de noviembre de 2005 por C & F Éditions.

El texto es publicado bajo licencia Creative Commons Atribución, su uso comercial no está autorizado.

El conocimiento debe ser ofrecido en libre acceso... No obstante, los autores y editores necesitan un ingreso para continuar con su trabajo. Si usted tuviera la posibilidad, no dude en hacer su pedido en línea (€ 39).