El advenimiento de Internet trajo consigo posibilidades hasta ahora desconocidas para la creatividad humana, el acceso a la información y la comunicación internacional. ¿Cuándo estas posibilidades se convirtieron realmente en un amplio acceso público a Internet? Es difícil especificar una fecha, pero se pueden identificar algunos hechos fundamentales y los principales participantes en esos hechos.

Mucho antes del advenimiento de Internet, el movimiento contracultural - guerra de Vietnam, tecnologías alternativas, etcétera - dio a luz a la primera red comunitaria, cuando un grupo de piratas informáticos desarrolló en San Francisco, a inicios de los años sesenta, el sistema Community Memory. Luego, en 1986 la Free-Net de Cleveland, Ohio, dio inicio a una nueva generación de redes comunitarias. Las Free-Net pronto atrajeron a miles de nuevos usuarios, y los nuevos sistemas se establecieron en docenas de ciudades, sobre todo en la región central de los EE.UU. Estas redes de computadoras de acceso público gratuito permitieron a las personas no solo intercambiar y acceder a la información, sino que también les concedieron poderes.

En el año 1971 tuvieron lugar dos hechos importantes: La invención por parte de Raymond Tomlinson de un programa de correo electrónico [1] para ARPANET, la red de los científicos que trabajaban en la investigación relacionada con la defensa, cambió la forma en que las personas veían a las computadoras y la comunicación humana [2]; y el proyecto Gutenberg de Michael Hart, que puso a disposición por vía electrónica libros sin ¬derechos de autor [3], permitió a la creación de enormes volúmenes de contenidos electrónicos que pueden ser compartidos por todo el mundo. En 1973 ocurrieron dos hechos: Vinton Cerf y Robert Kahn presentaron las nociones básicas de Internet basadas en las ideas para el Protocolo de Control de Transmisión (TCP, llamado posteriormente TCP/IP) en una reunión en la Universidad de Sussex [4]; y ARPANET tuvo su primera conexión intercontinental - con el Colegio Universitario de Londres, Inglaterra. A principios de los años ochenta, muchas instituciones que no realizaban investigaciones para la defensa se unieron a la red, con lo que el número de usuarios creció de lo cual aumentó el número de usuarios a varios centenares de miles..

En 1985, Internet ya se había establecido como tecnología que servía de apoyo a una amplia comunidad de investigadores y creadores, y comenzaba a atraer a otras comunidades. El correo electrónico era utilizado ampliamente por varias comunidades, que a menudo empleaban sistemas diferentes.

Los primeros servicios comerciales de Internet fueron ofrecidos por PSI y AlterNet a principios de 1990. En agosto de 1991, el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN por sus siglas en francés) lanzó la World Wide Web, marcando un hito en la historia del acceso público a Internet. El 15 de septiembre de 1993, la administración Clinton lanzó formalmente la iniciativa de Infraestructura Nacional de Información en los EE.UU., gracias a las iniciativas tomadas por el vicepresidente Al Gore. La versión 1.0 del navegador Web Mosaic también fue presentada en 1993, y ya en 1996 el término “Internet” era utilizado de manera común, pero hacía referencia casi completamente a la World Wide Web.

Aunque el nuevo desarrollo fue comparado con las autopistas que en una generación anterior transformaron el transporte, pronto quedó claro que Internet era mucho más que la ‘autopista de la información’ y que era capaz de proporcionar acceso a niveles más elevados de información solicitada de manera inteligente y distribuida de forma funcionalmente enriquecida. Es aquí donde radica lo que diferencia a Internet de la biblioteca tradicional, el lugar donde la gente iba a buscar información.

La creciente popularidad de la comunicación computarizada incitó el debate con respecto a muchos aspectos fundamentales de la interacción social, incluyendo las cuestiones relacionadas con la privacidad, la comunidad, el intercambio cultural, la propiedad del conocimiento y el control gubernamental de la información, vinculados al acceso público.

¿Qué es el acceso público?

El «acceso público» incluye el acceso a la tecnología (computadora, conectividad, ancho de banda, etcétera) y el acceso a todo el contenido almacenado en la red artificial más grande del mundo, como ha definido la revista Newsweek al Internet. De estos dos aspectos, el segundo está jerárquicamente por encima del primero, pues la tecnología está subordinada al contenido (conocimiento) que puede transmitir. Esto es similar a suministrar agua a un pueblo a través de una tubería, donde naturalmente el agua es más importante que las tuberías. El acceso a la tecnología y el acceso al contenido pueden ser gratuitos o basados en una tarifa. El contenido podría ser de texto, audio, video o multimedia. La conectividad puede ser a través de una variedad de tecnologías que van desde el marcado manual usando un teléfono y un módem hasta redes inalámbricas y dispositivos portátiles (teléfonos inteligentes, consolas de juego...).

El público puede utilizar el acceso a Internet para enviar y recibir correos electrónicos, participar en servicios de listas y grupos de discusión, y buscar información. Los científicos también la utilizan para la investigación colaborativa, y las personas comunes la utilizan para hablar con otros, sea a través de charlas, sea a través de voz por IP. Aplicaciones más recientes del acceso a Internet incluyen el intercambio de datos a través de las tecnologías punto a punto, la distribución de música, los boletines electrónicos, el vlogging, el periodismo ciudadano, la obtención de RSS de noticias de diversas fuentes, y el podcasting.

El público puede tener acceso a Internet desde sus propios hogares y oficinas, pero también desde bibliotecas públicas y cibercafés, y en cierto grado desde instituciones educativas y los siempre crecientes telecentros, así como desde los vestíbulos de los hoteles y los salones de aeropuertos equipados para el acceso a redes inalámbricas.

Las enormes cantidades de información a las que cualquier persona puede tener acceso, dondequiera, en cualquier momento y sin costo alguno pueden ser llamadas áreas públicas de la información. El acceso público a Internet se basa en la idea de que incluso en economías de mercado dominadas por la obtención de ganancias, la propiedad y el control comunitarios de los recursos de información pueden ser eficientes y eficaces [5].

Hacia el acceso universal a escala mundial

El debate más importante de la actualidad gira en torno a la ‘universalización’ del acceso. ¿Por qué es tan importante la universalización? Investigadores como Ernest Wilson se preocupan por el hecho de que, en ausencia del acceso universal, la difusión rápida de Internet en las organizaciones, las culturas, y las sociedades de naciones industrializadas pueda ensanchar el espacio multidimensional que las separa de los países en desarrollo, exacerbando un problema moral y práctico ya significativo [6]. Larry Press considera que la comunicación barata y flexible por Internet puede conducir a mejorar la productividad económica, la educación, la atención médica, el entretenimiento, el conocimiento del mundo, así como la calidad de vida en países en desarrollo y los los focos de pobreza en el interior de los países, reduciendo así la disparidad [7]. Sin embargo, existen numerosos obstáculos para lograr el acceso universal. Mientras en gran parte de Norteamérica y de Europa Occidental la penetración del Internet es muy elevada y prácticamente cada ciudadano que desee tener acceso a la red puede hacerlo, en muchas partes del mundo en vías de desarrollo, y en particular en África Subsaharial, solo un pequeño porcentaje de la población puede tener acceso, con un acceso en banda ancha extremadamente lento y por un costo que representa una parte sustancial de sus ingresos. Los números de computadoras, teléfonos, etc., por cada mil habitantes y el ancho de banda en la mayoría de estos países son muy bajos comparados con los países avanzados y están distribuidos de manera desigual [8]. Precisamente para erradicar esta ‘división digital’ los países en vías de desarrollo están abogando por la creación de un Fondo de Solidaridad Digital [9].

En muchos países en vías de desarrollo se están realizando esfuerzos para erradicar la división digital o la carencia de tecnología mediante la creación de telecentros comunitarios y la puesta a disposición de la información que la gente local necesita.

Desarrollo de los telecentros

Los telecentros, también conocidos como puntos de acceso público (Francia), centros comunitarios digitales (México), etcétera, difieren de los cibercafés en su forma de trabajo. Los cibercafés han sido concebidos, ante todo, para proporcionar a las personas que los utilizan una conexión a Internet, y, cuando sea necesario, una introducción muy básica al empleo del equipamiento. Funcionan de manera similar a un establecimiento de autoservicio. Los telecentros han sido concebidos para acompañar la utilización comunitaria de Internet (educación, salud, microcomercios, etcétera). Generalmente se abren en vecindades en las que no hay cibercafés y están destinados a las comunidades excluidas a priori de la sociedad de la información. Además de poner a disposición equipos y conexiones, los telecentros proporcionan adiestramiento y ayuda a los usuarios (por ejemplo, ayudan a los vecinos a desarrollar aplicaciones comunitarias).

En la práctica, la diferencia entre los telecentros y los cibercafés no siempre queda clara, y ambos pueden solaparse según los objetivos de la gente que los opera y el modelo de desarrollo seleccionado.

De hecho, existen tres modelos principales para el establecimiento de los telecentros:

- Telecentros apoyados por las autoridades públicas locales o nacionales. Por ejemplo, una ciudad como Brest [10], en Francia, se ha equipado sistemáticamente de modo que cada habitante tenga un punto de acceso público a menos de 300 metros de su casa. Entre 1999 y 2001, Argentina puso en práctica un vasto programa de infraestructura que implicó la creación de 1 350 centros tecnológicos de la comunidad (CTC) [11]. El gobierno de la India aplicó el mismo enfoque en los estados del norte [12] y ahora la mayoría de los planes nacionales para la sociedad de la información incluyen proyectos de telecentros bajo el título “inclusión social”.

- Telecentros como iniciativa de un grupo local de personas, un grupo voluntario local o una escuela. A menudo, en su fase inicial reciben financiamiento de una ONG [13] o de una agencia de ayuda internacional. Por ejemplo, el IDRC, una agencia canadiense para el desarrollo, y el IICD, una agencia de los Países Bajos, desarrollaron grandes planes de ayuda a los telecentros a principios de los dos mil. La UNESCO también ha apoyado muchos centros multimedia de la comunidad (CMC) para promover la participación de la comunidad y enfrentar la división digital mediante la combinación de la difusión comunitaria con Internet y las tecnologías relacionadas [14].

- Telecentros diseñados como empresas privadas con verdaderos planes de negocio que pueden existir solo en áreas donde pueden resolverse las necesidades básicas. Aunque su actividad lucrativa los asemeja más a los cibercafés, se dedican a satisfacer las necesidades de la comunidad.

A menudo, estos modelos se mezclan en la práctica. Los primeros experimentos datan de finales de los años noventa, y como muchos telecentros han sido cerrados desde entonces, es posible identificar ciertas condiciones que son esenciales (aunque en realidad, por sí mismas no lo son lo suficiente) para el éxito de los telecentros:

- Creación de un telecentro que responda en verdad a las necesidades de los habitantes locales; estas necesidades varían considerablemente no solo de un país a otro, sino de un pueblo o una vecindad a otra;

- El financiamiento debe contemplar el adiestramiento del personal y no solamente los equipos;

- La puesta a disposición de software gratuitos que permitan la autonomía tecnológica y eviten la reinversión constante en aplicaciones y actualizaciones;

- La existencia de la infraestructura mínima que permita el funcionamiento técnico (energía, viabilidad de las instalaciones, etcétera);

- Los espacios de implantación deben responder a otras necesidades de la población aparte de la simple conectividad (centros de salud, centros sociales, bibliotecas, escuelas, ...);
-La elaboración de un modelo de desarrollo que permita gradualmente la autonomía financiera con respecto a los patrocinadores iniciales. Muchos fracasos ocurridos son debido a la suspensión de los subsidios externos.

Los puntos de acceso público, o telecentros, se han desarrollado considerablemente en América Latina y el Caribe y muchos de ellos han unido sus fuerzas en la red de intercambio [15].

Por supuesto, África es el continente donde esos centros han tenido más problemas para mantenerse funcionando. La baja densidad demográfica, los bajos niveles de instrucción, la cultura oral y la mala calidad de lo que suministran los operadores significan que de manera general el desarrollo de Internet es difícil. Además de estas dificultades genéricas, los telecentros también han tenido que enfrentar la imposibilidad estructural de encontrar ingresos independientes: en las áreas solventes, los cibercafés han surgido a gran velocidad, impidiendo el establecimiento de telecentros con ingresos mixtos; en las áreas insolventes, a menudo los donantes internacionales se han cansado de los proyectos de financiamiento que en ocasiones eran demasiado ambiciosos desde el principio (África es el continente donde se han transpuesto las visiones de la sociedad de la información centradas en el Norte sin tener en cuenta realmente las necesidades locales, lo que ha condenado a los proyectos al desuso) [16].

Por otra parte, la India multiplicó los experimentos de los telecentros adoptando diversos modelos, entre los que se incluyen el modelo de ingresos propiedad de la comunidad y los centros apoyados por el gobierno.
Un buen ejemplo del modelo propiedad de la comunidad son los centros de conocimiento del pueblo creados por la Fundación para la Investigación M S Swaminathan (MSSRF por sus siglas en inglés) en varios pueblos del sur de la India [17] [18]. El uso más conocido de Internet en estos centros es la difusión, a través de un sistema de megafonía, de información preliminar sobre la altura de las olas en la costa de Pondicherry, descargada de un sitio Web de la marina de los EE.UU. de modo que los pescadores de los pueblos costeros puedan decidir si es seguro o no aventurarse al mar en un día determinado. Desde que se inició este servicio en 1999, no ha habido ni una sola muerte en el mar en estos pueblos. En colaboración con OneWorld International, MSSRF creó Open Knowledge Network (OKN), que conecta a comunidades rurales de Asia y África para intercambiar el contenido local, el conocimiento indígena y las prácticas tradicionales [19]. Además de Internet, la OKN utiliza teléfonos celulares y la radio para comunicarse.

Los eChoupals de ITC son un buen ejemplo del modelo de ingresos [20]. El Centro Nacional de Informática del gobierno de la India ha creado muchos centros en los estados nororientales [21]. Gracias a la iniciativa emprendida por la MSSRF, se ha creado una alianza nacional, quizás la mayor sociedad con participación múltiple en el desarrollo, para llevar la revolución del conocimiento a cada uno de los 638 000 pueblos de la India antes del LX Aniversario de la Independencia de la India [22]. El gobierno de la India ha asumido gran parte de los costos, por una suma de $1 500 millones de dólares.

Aunque en general las tecnologías tienden a exacerbar las desigualdades y a favorecer a los primeros que las adoptan a costa de los que llegan después, gracias al libre e ilimitado flujo de información que facilita, Internet es intrínsecamente una tecnología democratizadora y puede hacer que el acceso a la información se produzca en igualdad de condiciones. ¿Cómo podemos traducir este potencial inherente en realidad? Es aquí donde reconocemos el gran valor del enfoque del ‘patrimonio común’ para el uso compartido de la información.

Patrimonio común y uso compartido de la información

Veamos cómo el enfoque de patrimonio común para la diseminación del conocimiento científico afecta la manera en que se realiza la investigación científica en el mundo. Este ejemplo, que ha alcanzado la madurez, muestra el impacto del concepto de patrimonio común en la difusión del acceso público internacional al contenido de la información

Hace aproximadamente 15 años, Paul Ginsparg, quien entonces laboraba en el Laboratorio Nacional de Los Álamos, pensó en un archivo central para los artículos de investigación sobre física. Ahora el “arXiv” florece con sede en Cornell y tiene más de 15 sitios espejo (algunos de ellos en los países en vías de desarrollo) [23]. Steve Lawrence, quien en ese entonces trabajaba en NEC Research, Princeton, inició CiteSeer que no espera a que los autores envíen/depositen sus artículos, sino que busca en la red y recoge todos los artículos sobre informática y los campos afines [24]. Stevan Harnad creó, en Southampton, Cogprint, un archivo para las ciencias cognoscitivas [25]. También escribió algunos artículos provocativos sobre lo que él llama una “propuesta subersiva” para ampliar “scholarly skywriting” (la escritura científica en el cielo), la manera en que los científicos pueden escribir en el cielo de Internet, para que todos lo lean [26]. Después de este impulso, en los últimos años, los científicos han comenzado a depositar sus artículos de investigación, además de publicarlos en revistas arbitradas que escogen, en archivos institucionales interoperables de libre acceso. Los softwares para crear estos archivos de texto son absolutamente gratuito. El protocolo de interoperabilidad (OAI-PMH [27]) y el software asociado permite a un usuario rastrear todos los artículos sobre un tema dado o de un autor determinado desde cualquiera de los archivos (situados en cualquier parte del mundo) como si todos se encontraran en un solo archivo (universal)- todo esto es absolutamente gratuito.

En la actualidad, existen más de 400 de esos archivos institucionales interoperables que proporcionan acceso a textos de muchos miles de artículos de investigación. Esto es especialmente provechoso para los científicos de los países en vías de desarrollo. Peter Suber mantiene un boletín electrónico [Open Access News] e informa exhaustivamente sobre los progresos del movimiento de libre acceso alrededor del mundo [28].

Además de los archivos de libre acceso, también hay revistas de libre acceso donde los lectores y sus bibliotecas no tienen que pagar una suscripción. Varios cientos de revistas - incluyendo una parte proveniente de los de países en vías de desarrollo - son ahora revistas de libre acceso. [29]

Acceso al conocimiento en todo el mundo

Se puede apreciar un paralelo entre los telecentros y los archivos de libre acceso. Ambos están utilizando los avances tecnológicos para incluir a los excluidos y poniendo a disposición una información muy necesaria a bajo costo con el enfoque de ‘patrimonio común’. Ambos están superando un serio problema al vincular de manera inteligente la tecnología y el enfoque de patrimonio común. Ambos tratan de compartir y cuidar. Ambos están eminentemente equipados para aumentar la productividad general del mundo como un todo y conducir a una mayor felicidad colectiva. Parecen casi utópicos.

Pero muchos editores, incluyendo algunas sociedades científicas, están tratando de detener el progreso del movimiento de libre acceso, pues lo consideran una amenaza potencial para sus intereses comerciales. Por otra parte, muchas agencias donantes, tales como Wellcome Trust, que financian a los científicos para que realicen la investigación son ávidas partidarias del movimiento.

En el área de datos científicos, a diferencia de los textos completos de los artículos de investigación, organizaciones tales como ICSU (y CODATA) están promoviendo la cultura del libre acceso. Incluso Celera Genomics Corp., la compañía con fines de lucro que obtuvo la secuencia del genoma humano simultáneamente con Human Genome Project, que lo hizo con fondos públicos, ha dejado de vender suscripciones para el acceso a su secuencia/a sus datos y donará los datos al Centro Nacional de Información Biotecnológica, EE.UU. Como planteara Francis Collins, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano, “los datos solo desean ser públicos.

Los científicos de los países en vías de desarrollo necesitan una atención particular, plantea Bruce Alberts, antiguo presidente de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos. En su discurso presidencial de 1999 [30] ante la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, sugirió “conectar a todos los científicos a la World Wide Web, cuando sea necesario, proporcionando un acceso subvencionado a Internet a través de las redes de satélite comerciales,” y “asumir la responsabilidad de generar un rico arsenal de recursos de ¬conocimiento validado científicamente, puesto a disposición de manera gratuita en la Web, a modo de preparación para una época en la que el acceso universal a Internet para los científicos se logre tanto en las naciones en vías de desarrollo como en las industrializadas.”

Del ciberespacio al mundo real

En los primeros días de la red, se tenía la sensación de que la red nos había dado la libertad de hacer cosas independientes de los gobiernos y de la legislación nacional. De hecho, en febrero de 1996, John Perry Barlow, un activista de Internet, publicó una “Declaración de Independencia del Ciberespacio” [31]. “Gobiernos del mundo industrializado”, declaró el Sr. Barlow, “a nombre del futuro, les pido desde el pasado que nos dejen en paz. No son bienvenidos entre nosotros. No tienen ninguna soberanía donde nos reunimos. No tienen ningún derecho moral a gobernarnos ni poseen ningún método de aplicación de la ley que nos haga temer. El ciberespacio no está dentro de sus fronteras”. E Internet se convirtió en una de las herramientas más importantes de defensa ciudadana utilizada para la investigación, la educación pública, la organización, la discusión política, la coordinación y mucho más todavía.

Desafortunadamente la tecnología digital también ha traído consigo nuevas formas de confinamiento de la información que minan el derecho público de utilizar, compartir y reproducir la información. Esos confinamientos amenazan con minar el discurso político, el discurso libre y la creatividad necesaria para una democracia sana. En realidad, los gobiernos pueden y tienen un considerable control sobre lo que se realiza en Internet. Como señaló The Economist, “Internet es parte del mundo real. Como todos «los Dorados», sus inicios fueron un poco salvajes, pero finalmente la policía siempre llega”. [32]

El carácter democrático de Internet y su capacidad de alcanzar una base de conocimiento “casi infinita” han sido cuestionados. Si bien el alto costo, la baja calidad y la falta de acceso a Internet constituyen la primera barrera para el acceso público a Internet en los países pobres, las políticas y las actitudes institucionales y gubernamentales conducen a un segundo tipo de barrera. Como concluyera Carnegie Endowment for ¬International Peace (CEIP), los gobiernos pueden impedir que sus ciudadanos visiten ciertos sitios que consideran dañinos para el interés nacional, controlar el acceso a los sitios extranjeros, monitorear lo que publican sus ciudadanos y aislar literalmente a su gente del resto de la red [33]. Las escuelas y los padres pueden utilizar un filtro para proteger a sus niños de la presencia cada vez mayor de sitios obscenos en la red. ¿De qué otra forma podemos protegernos a nosotros mismos y a nuestros niños de la amenaza que constituye la presencia en la red de la desnudez, de los actos sexuales, de las drogas, del alcohol, del tabaco, de la violencia y la profanidad, de los cultos, de los grupos racistas, extremistas e intolerantes, del juego ilegal y de las empresas de negocios fraudulentos? El desafío consiste en encontrar un equilibrio entre nuestra búsqueda de libertad y aperturta, y la necesidad de frenar la pornografía, la obscenidad y la intolerancia.

Ese es el gran dilema que enfrentan las bibliotecas que ofrecen acceso público a Internet. Mientras casi todas las bibliotecas públicas de los EE.UU. proporcionan a sus clientes acceso gratuito a Internet, la situación es desastrosa en casi todos los países en vías de desarrollo.

Como planteara Nancy Kranich, el acceso público a Internet es esencial para revitalizar la participación cívica, así como para reclamar el espacio público y promover el interés público en la era digital.

Existen dos formas de considerar el acceso público a Internet:

- Permitir a los ciudadanos de todo el mundo utilizar las herramientas de la red de información para acceder a la información disponible, así como crear su propia información y difundir sus habilidades.

- Asegurar el acceso libre a la información esencial, de modo que las oportunidades proporcionadas por Internet sean utilizadas realmente para que todo el mundo pueda acceder al conocimiento.

26 de enero de 2006

couverture du livre enjeux de mots Este texto es un extracto del libro Palabras en Juego: Enfoques Multiculturales sobre las Sociedades de la Información. Este libro, coordinado por Alain Ambrosi, Valérie Peugeot y Daniel Pimienta, fue publicado el 5 de noviembre de 2005 por C & F Éditions.

El texto es publicado bajo licencia Creative Commons Atribución, su uso comercial no está autorizado.

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