Las nociones de infraestructura y de acceso universal se aplican a realidades diversas. Se habla así de infraestructura vial, de infraestructura de telecomunicaciones, de acceso universal al conocimiento, a los medicamentos, a la información, a las tecnologías de la comunicación, etc. Lo que muestra la importancia de estos términos, pero también favorece su ambigüedad.

De igual manera, estos términos transportan ideologías diferentes, entre otras, la imposibilidad de desarrollar una sociedad sin infraestructuras ni acceso universal, el proyecto de servicio universal y el ideal de una sociedad que distribuye a todos los esfuerzos de todos. La literatura actual sobre la “sociedad de la información” deja aparecer así la infraestructura de comunicación como la base o la condición sine qua non del acceso universal al saber. Este último, a su vez, se presenta como la motivación principal, o mejor, el término en el cual debería desembocar el proceso de despliegue de las infraestructuras. Y aunque esconde los intereses económicos de aquellos que implementan su contenido, el concepto de acceso universal parece cristalizar por el momento la esperanza social y la ética de la distribución de las consecuencias de la revolución digital.

Se llega entonces a una expresión que traduce las relaciones entre estos dos conceptos, a saber, “infraestructura de acceso universal”. Lo esencial de ésta se encuentra en su despliegue y su repartición sobre el conjunto de un territorio, que puede ser mundial, en condiciones accesibles para todos. Ello implica el concepto de ¬interoperabilidad, que remite a la intercomunicabilidad de los sistemas idénticos o diferentes.

Los términos “infraestructura” y “acceso universal”, así como sus relaciones, siguen siendo, en consecuencia, polisémicos e ideológicos. Para hacer comprender sus implicancias y su significación actual, recordaremos, según un abordaje histórico, los contextos que le confieren tal o cual sentido, tal o cual importancia, limitándonos al campo de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC).

El largo camino del concepto de infraestructura

Este concepto adquiere una importancia preponderante en el momento de la ruptura epistemológica de las ciencias de la naturaleza en el siglo XVII occidental, a partir del cual se pone énfasis sobre la experiencia en laboratorio, sobre los métodos inductivos esencialmente experimentales, y sobre las condiciones materiales del conocimiento.[1] Slogans de la época, como “conocer es fabricar”, “el mundo es desconocido, y por conocer”, etc., refuerzan en consecuencia las ideas de logística, utilería, visibilidad y de algo palpable sobre las que se apoya por definición la noción de infraestructura.

El momento de apoteosis ideológica del término “infraestructura” coincide con el advenimiento del pensamiento marxista en los siglos XIX y XX. La infraestructura comprende y significa el conjunto de las fuerzas de producción (medios de producción, fuerza de trabajo o capacidad físico - intelectual de los trabajadores) y de las relaciones de producción (formas de propiedad, organización de las clases sociales, sistemas de repartición de los ingresos). Se opone a la superestructura fundada por ella y que remite a las diferentes formas de conciencia social (ideología, religión, filosofía) y al aparato político - jurídico (administración, estructura política). La infraestructura ya está limitada a la logística, lo político la convierte en una prioridad, aquellos que se ocupan de ella gozan de un buen estatus social, en suma, ella refleja la vivacidad y el grado de organización de la sociedad.

El auge de las telecomunicaciones a principios del siglo XX permite aplicar el concepto de infraestructura al conjunto de las redes, datos y equipamientos de las telecomunicaciones.

La expresión “infraestructura de las telecomunicaciones” remite entonces a todo lo que permite físicamente la transmisión analógica de las informaciones. Esta acepción perdurará hasta el advenimiento de la telemática, hacia fines de los años 60. Ella conlleva la distinción entre infraestructura pesada y liviana de la comunicación.

La revolución digital, marcada por el sello de un alfabeto de dos letras (0 y 1) al que se atribuye poder expresar todo por medio de una máquina que “hace hacer” en lugar del hombre, irrumpe desde fines de la primera mitad del siglo XX. Ella abre un nuevo campo de aplicación del concepto de infraestructura. Este último, convertido en “infraestructura informática” disminuye en primer lugar su campo semántico para evocar solamente la arquitectura informática. Más adelante, aumenta en densidad para expresar el conjunto de los materiales informáticos, de softwares, de normas de interface. La novedad de la expresión, es que asocia a la idea de lo “concreto” que explota lo material, a la idea de lo “abstracto” que expresan el software y su proceso de modelización. Bienes materiales y bienes inmateriales forman, de ahora en más, parte de la infraestructura.

El advenimiento de Internet amplió aún más la semántica de la infraestructura, extendiéndola a la estructura de malla, acoplada a la vez con la comunicación por paquete, los protocolos de intercambio, la interface Web (instalada a partir de 1992) y los estándares de comunicación (http, htlm, XML). El equipamiento de la red informática se volvió pesado con la arquitectura clásica de las telecomunicaciones. Nuevos conceptos aparecen: “infraestructura de telemática”, “infraestructura del sistema de información”, etc. Esta significación de infraestructura es la que ha sostenido las relaciones internacionales sobre los accesos Internet mundiales, donde se trató de tasas de crecimiento de las redes, así como del número de servidores, de POP locales, de puntos de acceso, de conexión física, de cibercafés, de ordenadores por habitante, de mercado del software, etc. Pero la importancia atribuida tanto al contenido de la red o a la información así como a los modos de producción o de funcionamiento de las infraestructuras, justificó un nuevo concepto, el de la “infoestructura” que se sitúa entre las nociones marxistas de infraestructura y de superestructura y que remite a los dispositivos no físicos de la infraestructura (lo inmaterial, las normas, la reglamentación, etc.).

El contexto de la globalización de los intercambios económicos, o mejor, de la extensión de los mercados de productos de información, permitió consolidar la ideología de despliegue de la infraestructura de telemática a todos los rincones del mundo. Los discursos políticos internacionales de fines del siglo XX referentes a las TIC, probablemente influenciados por el norteamericano pronunciado en 1992 por Al Gore, entonces vicepresidente de los Estados Unidos, recurrieron al concepto de “infraestructura global de comunicación” (IGC). En un contexto de voluntad política americana de promover una sociedad fundada sobre las “autopistas de la información” cuya tecnología y cuyo comercio eran manejados entonces por los Estados Unidos, este concepto remite a todo material y software capaz de democratizar tanto el contenido circulante sobre la red informática mundial como los servicios universales de telecomunicación. Se trata de toda infraestructura que se base sobre las técnicas de digitalización y sobre la convergencia, es decir sobre la integración continua de las telecomunicaciones, la informática y los multimedia. Ella se aplica, entre otros, a la educación, la salud, la economía, la investigación, en suma, a todos los sectores de la vida de los Estados.

Acceso, contenido y servicios, forman actualmente un cuerpo con el nuevo concepto de infraestructura. Alrededor de este último, grupos de intereses se constituyen, a veces por una estrategia de hegemonía económica, otras veces para drenar la ayuda internacional hacia zonas de solidaridad prioritaria. En ese contexto nace la Comisión de Infraestructura Mundial de la Información (GIIC), que instala, sin resultado notable, la Comisión de la Infraestructura Mundial de la Información para el Africa, con miras a apoyar al sector privado africano que trabaja en el campo de las industrias del conocimiento y de la información. El NEPAD sigue este movimiento previendo una parte prioritaria de financiamiento de las infraestructuras de la información y de la comunicación. Las instituciones de Breton Wood (Grupo del Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) encuentran igualmente aquí la ocasión de anunciar inversiones a favor de las empresas privadas, en vastos programas de despliegue de infraestructuras de comunicación cuya realización se encuentra actualmente mitigada.

En este contexto de IGC y de GIIC aparece otra noción para poder ser aplicada a los Estados. Se trata de “infraestructura nacional de información y de la comunicación” (NICI), que evoca aquí el conjunto de equipamientos que se inscriben en políticas públicas de los Estados en materia de las TIC. En la práctica, según esta acepción, el Estado africano no ha jugado un rol específico en el despliegue de las infraestructuras “pre Internet” antes de 1990. Y cuando se inició en la conectividad Internet, usando su monopolio en el sector de las telecomunicaciones, se encontró muy pronto superado, por una parte, por las iniciativas de liberalización de los organismos internacionales (Banco Mundial, FMI, empresas del Norte), y por otra, por la “proliferación de actividades no controladas y transnacionales” [2].

La Comisión económica de la ONU para el Africa (CEA) ha ampliado esta noción de NICI a “la reglamentación, el entorno favorable, (...) de los procedimientos que pueden llevar a las actividades ligadas a las NICI, (así como al) desarrollo de los recursos humanos” [3]. Lo que se aproxima a la concepción marxista de infraestructura y a la noción de infoestructura.

Necesidades y problemas actuales, preguntas y desafíos que vendrán

Podemos sacar de estas acepciones de infraestructura cinco consecuencias mayores:

1. La infraestructura es el conjunto de respuestas materiales, de software y reglamentarias a los desafíos de comunicar de una sociedad determinada. Ella es sentida como “necesidad” y expresada como “problema” en función, no solamente de los objetivos y de las metas a alcanzar en un momento dado, sino también del modo de comprensión o de los hábitos variables de comunicar de una persona o de una colectividad. Estos factores (metas, objetivos, hábitos, etc.) explican en gran parte los conflictos de interpretación de las necesidades de infraestructura que surgen a menudo en ocasión de la elección de los equipamientos a desplegar en los países en desarrollo. ¿Acaso estos últimos tuvieron alguna vez la opción de tecnología y de normas de interoperabilidad en el contexto de la cooperación para el desarrollo? Y aunque hubieran tenido esa opción ¿acaso tienen las competencias necesarias y los medios suficientes para desarrollar la lógica interna de las infraestructuras?

2. La infraestructura es también un problema a resolver. Se trata de ponerla al día y de desplegarla en todos los lugares donde debe jugar su rol. Este doble desafío es el que los Estados y las empresas expresan generalmente en sus políticas prioritarias en materia de infraestructura. Por ejemplo, en 2003, las prioridades de los países de la OCDE se referían a los despliegues nacionales de alta velocidad, la instalación de estructuras que garantizan el pago electrónico y la “normalización” de los equipos digitales [4]. En Africa, son más bien el aumento del ancho de banda, la conexión de las ciudades secundarias, la interconexión de las diferentes redes de telefonía móvil y los equipamientos WIFI para un Internet sin cable. Estas soluciones son sostenidas desde arriba por los proyectos mediáticos de constelación satelital iniciados bajo el concepto de RASCOM y el proyecto de conectividad por cable submarino que Africa One trató penosamente de realizar. La pregunta que se plantea a menudo es la de saber si la infraestructura propuesta o difundida en el Sur debe ser adaptada o debe hacer estallar el contexto de pobreza o de escasez de competencia.

3. La relatividad de la necesidad y de la importancia atribuida a la infraestructura, a causa del costo elevado o del descenso de rentabilidad de aquella. Varias empresas prefieren así desarrollarse y especializarse en los servicios que se cree darán un trabajo permanente, antes que proseguir la actividad de producción de los equipamientos considerada comercialmente muy restrictiva. Se puede comprender entonces por qué se aconseja a los países del Sur que se orienten hacia el desarrollo de los servicios. Semejante opción es, por cierto, estratégica, pero ¿garantiza un mínimo de independencia tecnológica y comercial de los países en desarrollo?

4. La diversidad tecnológica (panoplia de técnicas) y su diversificación (acceso por cable y por satélite) concurren a la complejidad y al progreso constante de la infraestructura. Lo que plantea el problema de disponer permanentemente de las competencias nacionales que necesitan igualmente los promotores exteriores de equipamientos. El despliegue óptimo de las infraestructuras se vuelve de este modo tributario del desarrollo de las competencias y necesita la formación de recursos humanos.

5. Grandes inversiones son esperadas para la investigación y la instalación de las infraestructuras pesadas. Lo que precipita a los países en desarrollo “sin dinero” no solamente a alianzas complicadas con diferentes donantes y diversas empresas del Norte, sino también a negociaciones regionales generalmente muy largas en torno a estatutos o formas jurídicas de las sociedades llamadas a administrar proyectos de infraestructuras regionales. Estas han permitido la ocasión, para los Estados del Sur, de volver a endeudarse y de depender sistemáticamente de los detentadores americanos, europeos y asiáticos (Japón, China) de soluciones tecnológicas y capitales. ¿Hay alternativas a estas dependencias a menudo no rentables?¿Cuáles son los márgenes de maniobra de los Estados en la definición de los roles de estos detentadores de soluciones en el desarrollo nacional? ¿Cómo proteger las inversiones anteriores y futuras ante el progreso rápido de las infraestructuras? ¿Hay que adoptar la estrategia de la “revolución”, que obliga a cambiar todo el equipo antiguo, o la de la “evolución” que adapta las soluciones tecnológicas del pasado a las innovaciones recientes? El grupo de trabajo sobre el financiamiento de las infraestructuras del CMSI trató de atender a estos desafíos y su informe parece provocar más preguntas que resolver problemas [5].

Acceso universal: la nueva frontera

El acceso universal es comprendido como la posibilidad, para todo ciudadano de este mundo, cualquiera sea su grado de competencia digital y su situación geográfica y socioeconómica, de crear y/o utilizar por sí mismo o por mediación las redes telemáticas previamente instaladas en su medio, así como de encontrar y de poner en la Net las informaciones útiles para su proyecto de vida.

El concepto de acceso universal supone en consecuencia la proximidad y la disponibilidad de las redes digitales y su interoperabilidad, el servicio universal (a alta velocidad, por ejemplo), el uso y la accesibilidad para todos a la tecnología y a la información, la capacidad de interpretar los datos, así como la participación en la renovación del sistema y del contenido de la Web. Lo que obliga a los Estados a tomar diversas iniciativas que van en el sentido de la formación de los ciudadanos, del equipamiento adaptado, de la accesibilidad económica, etc.
En la medida en que se trata de implicar y de hacer beneficiar a todos de las oportunidades de las TIC, el acceso universal requiere tomar en cuenta las particularidades regionales, físicas y sociales (diversidad lingüística, cultural y social) en el proceso de la producción industrial de la infraestructura. Es el sentido del discurso que había desarrollado la Comisión Europea en los años 1990, principalmente el Libro blanco sobre el crecimiento, la competitividad y el empleo presentado en 1993 por Jacques Delors, el entonces Presidente [6]. La Agence internationale de la Francophonie se manifestó también en el mismo sentido insistiendo sobre la producción y la promoción de software en idioma francés [7].

La noción de acceso universal se presenta así como una respuesta a un modo desigual de acceso, de uso y de participación en la elaboración de los productos de la información. Esa es toda la implicancia sociopolítica del concepto en el contexto de las TIC. Se sabe, por ejemplo, que en los años 1990, los proyectos de difusión de las nuevas tecnologías en los países del Sur se adecuaban y reflejaban las metas particulares de los donantes de fondos. Los accesos eran restrictivos y reservados a usuarios privilegiados, los precios excesivos, los puntos de acceso escasos, los monopolios de algunas lenguas, el inglés a la cabeza, las interfaces exclusivas para categorías sociales (ciegos), el carácter obsoleto de los sistemas informáticos, etc.

Fue entonces necesario debatir a nivel internacional [8] las implicancias sociales de las TIC en el mundo para ver emerger sinergias alrededor del concepto de acceso universal. Pensemos en el encuentro de los G8 de Okinawa, las conferencias regionales sobre el tema de inserción digital, y el establecimiento de las instituciones globales (difunto GEANT del G8, UN - ICT TASK FORCE, GKN, etc), encargadas de orientar a la comunidad internacional y de proponer respuestas a escala mundial a lo que se llama la “fractura digital”. De las ¬diferentes fases de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), precedida por conferencias regionales preparatorias, se desprende entonces un consenso de acceso universal. La idea de una infraestructura global de comunicación para democratizar el acceso a las TIC se precisa y se reafirma. La UIT puede así definir, en 1998, su acepción de acceso universal que incluye, no solamente la noción de una infraestructura flexible capaz de responder a las necesidades de todos los utilizadores, sino también el potencial de las modalidades de acceso colectivo (telecentros) o de centros de acceso comunitario [9]. Al mismo tiempo, las instrucciones de construcción de sitios Web integran de ahora en más la necesidad de legibilidad universal de los mismos. Es la significación que adopta el World Wide Web Consortium (W3C) que propone en 1999 la idea de accesibilidad unilateral a todos los recursos de la Web [10]. El movimiento de los software libres puede a su vez exigir la apertura de los códigos fuente para hacer participar a todos en la innovación de los software suprimiendo las limitaciones legales, económicas y tecnológicas.

Sin embargo, el acceso universal no es una panacea. Queda por saber si aquello a lo que se tiene acceso participa en el mejoramiento tanto de la vida como de las relaciones entre humanos. Lo que no siempre es evidente. Porque, la tela mundial es también el escenario de los contrarios y de las relaciones de fuerza, y las infraestructuras de acceso, como la alta velocidad, deben pasar por ásperas negociaciones de intereses para poder ser puestas en práctica.

Infraestructura de acceso

Este concepto expresa las relaciones inextricables entre infraestructuras y acceso universal. Traduce ciertamente su carácter complementario. Pero, de hecho, los proyectos de despliegue de las infraestructuras acarrean, ante todo, intereses económicos que van a veces en contra del acceso universal en un régimen de competencia entre proveedores. De todos modos el proyecto de mejoramiento técnico - científico y de difusión social de las infraestructuras se refiere a la necesidad absoluta de acceso universal. Lo que, por otra parte, garantiza la extensión del mercado de los productos de comunicación.

Los desafíos siguen siendo numerosos: desarrollar las capacidades ciudadanas de selección ante el volumen de información de la red telemática y a la panoplia de tecnologías de acceso, la adaptabilidad a la evolución rápida de las infraestructuras, la accesibilidad para las personas discapacitadas, la vigilancia de la competencia digital o de los conocimientos indispensables a la participación en la sociedad de la información en curso, la elaboración de presupuestos de los gastos de infraestructuras, etc.

Resulta de este análisis que el concepto de acceso universal remite simplemente a la democratización de los accesos y usos de las TIC. La noción de infraestructura evoca la matriz tecnológica, reglamentaria y organizacional de esta democratización. La relación entre estos dos conceptos expresa las relaciones de reciclaje mutuo y de causalidad recíproca entre ellos, a condición de colocarse en el contexto donde el acceso del mayor número sirve de leitmotiv a las empresas que crean productos de información, y donde las infraestructuras obedecen a los principios de interoperabilidad, normalización internacional y contabilidad entre ellas.

Finalmente, el desafío de palabras reside en la formulación de las políticas sociales que garanticen el despliegue de las infraestructuras de comunicación y el acceso universal a la red digital, a su contenido, a su gestión y a su producción.

13 de marzo de 2006

couverture du livre enjeux de mots Este texto es un extracto del libro Palabras en Juego: Enfoques Multiculturales sobre las Sociedades de la Información. Este libro, coordinado por Alain Ambrosi, Valérie Peugeot y Daniel Pimienta, fue publicado el 5 de noviembre de 2005 por C & F Éditions.

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