Como testimonia el ya clásico libro de Howard Rheingold “The Virtual Community: Homesteading in the Electronic Frontier” (La Comunidad Virtual, Editorial Gedisa, Barcelona), los años 80 registraron la discreta efervescencia de las comunidades virtuales en EEUU de la mano de la difusión de Internet en centros académicos y de investigación y la incipiente popularización de las BBS. Por primera vez, se experimentaba la bidireccionalidad en espacios virtuales lo que significó, al mismo tiempo, la diseminación de una forma peculiar de autoorganizarse, de autogestionar el acopio, producción y gestión de información y conocimiento. Aquellas formas de organización no tenían parangón en el mundo real: la relación asíncrona, el estar siempre conectado sin estarlo (una especie de contestador automático multitudinario), el ser protagonista de estos procesos y no mera audiencia pasiva, invitaban lógicamente a mirar la realidad de otra manera.

Una evolución global de la relación con la información

Pero ¿qué pasaba en la realidad en aquellos años? ¿Hasta qué punto la evolución social era indiferente o marcaba las pautas de lo que ocurría en ese nuevo territorio, más allá de la “frontera electrónica”? El concepto de que “Información es poder”, el pilar del modelo político sustentado por los dos imperios, se volvió de golpe insostenible, entró en crisis justamente en la era de Ronald Reagan. Todo el poder basado en el uso ¬estratégico de la información sobre la fuerza militar, el PIB, la actividad industrial de la población, el control de los recursos energéticos y naturales, no permitieron anticipar ni en un segundo el colapso de la URSS (ni siquiera el surgimiento de una potencia como Japón). Por entre los resquicios de esta crisis que puso al mundo patas arriba, se filtraban hacia la superficie nuevos elementos que pujaban por un protagonismo definitivamente destinado a tumbar el rígido marco de relaciones impuesto por la guerra fría. Las tecnologías de la información, en general, e Internet, en particular, las tensiones del sistema educativo, la flexibilidad organizativa de las empresas al amparo de nuevos modelos de gestión del conocimiento (frecuentemente más exitosos en el papel que en la realidad), el manejo de información que excedía el habitual marco en el que se desenvolvían individuos y colectivos, todo ello cosido por el sutil hilo de la interacción, conformaba lo que podríamos denominar la “factoría” de un nuevo poder.

En ese nuevo escenario se produjeron dos cambios significativos con respecto a la fase anterior.

Por una parte, la información cambió de naturaleza. Ahora no dependía tanto de la capacidad de acopiar y procesar información por agentes especializados para hacer un uso estratégico de ella a partir de un proyecto jerarquizado (y bipolar), se tratara de agencias públicas o privadas o de medios de comunicación. La relación entre el poseedor de la información y el resto de la sociedad que cuajó tras la segunda guerra mundial, entre el emisor y el receptor, el primero jugando un papel activo y determinante en el proceso de selección y distribución y el segundo uno pasivo, de consumidor sin capacidad de respuesta significativa, comenzó a volar por los aires cuando las tecnologías de la información inyectaron dos rasgos nuevos y subversivos: cualquiera podía publicar en la Red y lo que se publicaba estaba sometido de inmediato al juego dinámico de la interacción.

Hasta entonces, el conocimiento estaba fundamentalmente confinado entre los muros de las organizaciones que lo protegían como un “bien estratégico”. Hablamos de ciertos individuos (científicos, expertos, etc.), empresas, corporaciones, agencias públicas, agencias policiales o militares, centros de investigación, universidades, partidos políticos, sistema educativo formal, etc. Ahora, sin embargo, desde la irrupción pública de la Red, sobre todo desde lo que podríamos llamar el proceso de resocialización de la “world wide web”, una parte sustancial de ese conocimiento reside en individuos, colectivos, empresas, organizaciones, administraciones e instituciones que se expresan en redes abiertas, turbulentas y expansivas.

Estos tres ultimos términos no son metáforas literarias, sino que son categorías que nos permiten comprender la estructura de la Red que recibimos en cuanto nuevos usuarios:

- Una red abierta: nadie controla al que entra, no hay cancerbero, ni gerente, ni “espigador digital” que se encargue de aplicar criterios selectivos de acceso;

- Una red turbulenta: nadie controla la actividad de los demás (los gobiernos cada vez lo intentan más, pero, en principio, tratan de luchar contra este principio sin mucho éxito);

- Una red expansiva: si no hay forma de controlar a quien entra y lo que hace, el contenido de la red crece constantemente de manera caótica, redundante y exponencial.

La frontera entre los detentadores del poder informativo y lo que podríamos llamar en sentido amplio como la “audiencia” se volvió de repente difusa, ambigua, compleja. El medio virtual, poblado por ordenadores en red, teléfonos, televisión, los multimedia y sistemas de satélites, comenzó a solaparse con poderes tradicionales corporativos, militares, sociales, económicos y políticos. En unos casos, recortando sensiblemente su fuerza y la lógica de su preeminencia, en otros potenciándolos y multiplicándolos.

En segundo lugar, el poder de la información estaba basado anteriormente en el criterio de la exclusión (contra menos la poseyeran, más valiosa, más “puro” el poder que emanaba de ella). Sin embargo, en un mundo integrado por las comunidades virtuales aposentadas en las tecnologías de la información, el valor se desplazaba hacia la capacidad cooperativa de los agentes sociales. El ámbito digital convirtió a la información y el conocimiento en mercancías cruciales en las nuevas relaciones internacionales en un mundo ¬rápidamente cambiante donde lo global y local adquirieron un significado nuevo, específico. Poseer información en exclusiva se volvió una tarea cada vez más espinosa, costosa, insostenible y, a la postre, estéril. La sociedad de la información reclamaba una participación que dinamitaba tales intentos exclusivistas, por más que durante bastante tiempo estos perdurarán con éxito pues todavía subsisten poderosas estructuras heredadas de la guerra fría.

De esta manera, frente al “poder duro” de la guerra fría, blindado por la fuerza nuclear con su capacidad de destrucción y el valor de la información con el fin de mantener la vigencia de la política de bloques, surgió el “poder blando” sustentado en las tecnologías de la información. De la transferencia de información en una relación unilineal entre el procesador activo de información (Estado, empresa, medio de comunicación, etc.) y el receptor pasivo, hemos pasado al diálogo multilateral, transversal, interactivo, hasta alcanzar lo que podríamos denominar la unidad básica de producción de información y conocimiento socialmente útil: la comunidad virtual (CV). En otras palabras, estamos construyendo un mundo mucho más complejo, más ambiguo y menos esquemático, donde interactuar es poder. Un nuevo estado de las cosas caracterizado por multitud de archipiélagos de comunidades virtuales cuyas leyes de funcionamiento contravienen las rígidas reglas del poder duro que hemos conocido hasta ahora.

Características de las comunidades virtuales

Ahora se trata de saber cuál ha sido la progresión de la actividad que se desenvuelve más allá de la frontera electrónica y qué podemos hacer al respecto. Y la respuesta ya no nos viene de los poderes establecidos, no sólo, sino fundamentalmente de la creciente capacidad para promover y actuar en CV que colocan a los individuos frente a la eventualidad de organizar sus deseos, sus aspiraciones o incluso su propia cotidianeidad en contextos virtuales en principio vacíos, que aguardan la acción de los conectados para adquirir la forma que estos les otorguen.

Este cambio se ha convertido en una fuerza pluralizadora que construye mercados no represivos y que, ¬además, no refuerza necesariamente - como antaño - un poder centralizado, aunque lógicamente no lo excluye, porque son los individuos y las organizaciones quienes deciden la fisonomía y funciones de las CV que crean y en las que actúan.

Las CV, sólo existen y funcionan en la medida en que sean fruto de la actividad de los ciudadanos, entendidos estos como individuos, colectivos formales o informales, empresas, organizaciones, etc. Asi se han creado espacios artificiales (virtuales) nuevos, dotados de una serie de características no siempre comprensibles desde los parámetros del “mundo real”.

1.- La información es de los usuarios. Es decir, la Red, en principio, está “vacía” y son los usuarios quienes deciden qué información van a almacenar, mostrar e intercambiar. Por tanto, cada usuario decide por dónde empieza a ver la Red, para qué y con quiénes.

2.- El acceso a la red es

- universal: basta acceder a un ordenador de la red, para acceder a toda la red o “ver” toda la Red (otra cosa es que, una vez dentro de la Red, haya lugares donde se pida el registro para acceder a la información que contienen);

-  simultáneo: todos estamos en la Red al mismo tiempo, pues existimos en cuanto información (ceros y unos). En realidad, la red es desde sus orígenes el primer contestador automático que se puso en funcionamiento. Nadie sabe si estamos conectados o no, pero nos relacionamos entre todos como si lo estuviéramos a través de nuestra presencia numérica, de la información que “movemos” y de las interacciones que promovemos;

- independiente del tiempo (24h./365d.) y de la distancia. Es el primer espacio abierto constantemente a la actividad del ser humano independientemente de donde se encuentre. Sólo necesita acceder a un ordenador de la Red para que todo lo expuesto anteriormente funcione.

3.- Finalmente, los otros dos rasgos que cierran este comprimido código genético es que la red crece de manera descentralizada y desjerarquizada. Basta seguir añadiendo ordenadores (servidores) para que se esparza física y virtualmente y no hay ordenadores que desempeñen tareas de “comando y control” sobre los otros ordenadores de la Red.

Si la información de la red es la que colocan o publican sus usuarios, estamos en un entorno eminentemente PARTICIPATIVO. De hecho, la red se retroalimenta constantemente de las señales que emiten sus usuarios. Esta participación conduce inexorablemente a la INTERACCIÓN, es decir, a la relación con lo que hacen los demás (no hablamos de intensidad o grados de dicha relación, sino que participar significa “mover” información propia en relación con los otros y mover información de los otros en relación con la propia).

El resultado inescapable de ambos puntos es un CRECIMIENTO constante de la información y el conocimiento que circula por el sistema. La evolución, por tanto, es un factor incorporado a la propia estructura de Internet. Crecimiento no significa sólo añadir más información, sino también todo lo que esto conlleva: sistemas de búsqueda, de clasificación, de síntesis, de participación e interacción, de reagrupamientos sistémicos o efímeros, de transacción e intercambio, de organización de la información y de su visibilidad, etc.

La emergencia rápida y multiforme de las CV

Los cambios desde este punto de vista han sido fenomenales y muy rápidos. Las primeras CV tuvieron como protagonistas a ingenieros, programadores y hackers, tras lo que vino Usenet y los espacios de colaboración en el sector de la I+D. Estas actividades en los nuevos espacios virtuales rápidamente abarcaron un índice temático amplísimo. Poco después eclosionaron las CV desprendidas de las BBS, así como las que se organizaron dentro de Compuserve y AOL, entre otras, así como la aparición de organizaciones sociales de amplio espectro, entre las que podríamos citar por su representatividad a APC, paraguas de decenas de redes en los cinco continentes pobladas por comunidades virtuales agrupadas por áreas de intereses claramente definidos. La actividad desarrollada bajo este paraguas ya apuntaba a un cambio paradigmático de la complejidad del mundo de las comunidades virtuales y de una incipiente forma de intervención política con características muy diferentes a lo que hemos conocido hasta ahora.

La APC jugó un papel importantísimo en la Conferencia Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo, más conocida como Cumbre para la Tierra, que se celebró en Río de Janeiro en 1992. En el campus del Global Forum (conferencia alternativa a la oficial) instalaron salas repletas de ordenadores donde instruyeron a cientos de ONG de todo el planeta a utilizar Internet. Durante los años siguientes, miles de personas de los cinco continentes, constituidas en CV más o menos formalizadas, se autoorganizaron para el intercambio de información, pusieron en marcha proyectos, canalizaron fondos y organizaron protestas desde la Red. Mientras los medios de comunicación guardaban un vergonzoso silencio sobre las políticas de ajuste estructural del Banco Mundial, estas CV estaban perfectamente versadas en su significado y consecuencias, en el papel complementario del FMI y en el impacto que ambas entidades causaban en India o América Latina. Esta caldera explotó siete anos mas tarde en Seattle ante la presentación de una organización nueva y desconocida como la Organización Mundial del Comercio (OMC) que procedía de los no menos misteriosos aledaños del GATT y la Ronda de Uruguay. Pocos de los que vivían en la superficie de la sociedad “real” pudieron comprender de dónde venía y qué significaba aquel movimiento que se enfrentaba con conocimiento de causa al BM, al FMI y a la OMC y que comenzó -erróneamente- a autodenominarse antiglobalizador.

Una nueva forma de entender la política

¿Estábamos ante una nueva forma de hacer política? Posiblemente. Pero claramente no se trataba de la política como la habíamos entendido hasta entonces con las características de continuidad en la actividad, crecimiento sobre lo hecho (tradición), propósito explícito de conquista de espacios sociales o administrativos y elaboración de agendas de actividad a partir de lo actuado. Lo que no se entendía -y creo que todavía no se entiende claramente- es que algunos de los rasgos definitorios de las CV planteaban un escenario político diferente:

- la multiplicidad posible de CV -como la multiplicidad posible de ecosistemas, por eso muchos hablan de nichos en los ecosistemas ante la dificultad de “renombrar” dichos nichos al interior de una concepción sistémica de los hábitat-, lo cual no permitía catalogar claramente dónde residía el poder ni en qué consistía éste cuando se reclamaba prohijado por comunidades autoorganizadas.

- El proceso constante, sostenido, incontrolado, de crecimiento de la población conectada, lo cual desplaza sin cesar la frontera entre el sector “maduro” de las CV, con amplia experiencia, consciente o no, de lo que significa trabajar con los otros, interactuar con los otros, en contextos más o menos organizados, y el sector de los “recién llegados”. Esto lleva a una reinvención permanente de la actividad en la Red lo cual conspira contra el asentamiento de las formas menos organizadas (más efímeras) de relación en la red, por importante que ellas sean.

- El respeto compartido a los fines y las metodologías acordadas por los miembros. Esta es la nueva ética, o la ética de la Red. Prácticamente no existe un espacio equiparable en el mundo físico donde sus ocupantes tengan la oportunidad de verificar lo que sucede, examinar la naturaleza de los intercambios registrados y analizar si cumplen con las normas colectivamente aprobadas. Este proceso de retroalimentación de la propia actividad conlleva una fuerte carga ética, porque el respeto no es compartido tan sólo a partir de una mera declaración de intenciones, sino de la forma como éstas se plasman en los archivos comunes de la CV, para sus miembros y para quienes no lo son.

- Los rasgos de los archivos donde se registra la actividad de las CV. Este es un factor crucial al que no siempre se le presta la debida atención. Cuando se habla de formas de relación política, o expresión de una nueva ética de las relaciones, etc., esto no sucede sólo para la foto fija de una CV que ha tenido la oportunidad de compartir una parte de su trayecto, sino que, a través de sus archivos, representa un factor pedagógico de primer orden para los que se van uniendo progresivamente a la CV, algo que no existe comparativamente en el mundo real. Por tanto, ese factor está determinado por los rasgos de la organización de su histórico, su transparencia, grado de comprensión y de la capacidad de diseminación de su contenido a otras CV o áreas de población conectada (o no). Por consiguiente, el elemento tecnológico, desde este punto de vista, es tan importante como, por poner un ejemplo, lo es ¬organizar nuestra biblioteca particular para que la comprenda un vecino, no sólo en cuanto organización formal de los libros, sino como expresión también del trayecto recorrido por uno mismo.

- La creación de un espacio virtual para el aprendizaje no formal, un entorno que no podemos encontrar en el mundo real. No se trata de procesos de aprendizaje especulativo o intelectual. Lo determinante es la acción colectiva, a través de la cual se comparte información, conocimientos y experiencias de una manera más o menos formalizada, más o menos consensuada.

Los interrogantes compartidos y la metodología de trabajo en un espacio virtual común consiguen que elementos dispersos de conocimiento se manifiesten, se socialicen, se intercambien, se combinen para generar un conocimiento operativo. Las CV maduras o complejas las llamamos también redes inteligentes por las siguiente razones:

- Su contenido está relacionado con la consecución de objetivos concretos (inteligencia del proyecto);

- Su contenido no reside sólo en lo que saben algunos de sus miembros, sino en la generación y gestión colectiva del conocimiento que interesa a la CV (inteligencia del trabajo en colaboración);

- Su contenido depende de la orientación de la red hacia otras redes para intercambiar información y conocimiento, estén o no en la misma organización (inteligencia de las interacciones en red).

- La dificultad objetiva para construir una religión de la CV en el sentido estricto del término, es decir de “religar” la actividad que ocurre en el espacio virtual (tomando en cuenta la amplia diversidad de actuaciones, organizaciones, metodologías, objetivos, organización de trayectorias, relaciones entre CV, etc.) con lo que ocurre en el mundo real, incluso en aquellos casos en que en éste último se manifieste la emergencia de movimientos sociales organizados en red. Esta dificultad atenta contra la construcción de un concepto como el del valor, visto ya sea desde el prisma político, económico o cultural, pues en realidad tiene más valor el “vapor” que el valor en cuanto seña de identidad de esta época. Y, desde mi punto de vista, la CV expresa claramente este rasgo difuso e, incluso, es su portadora y promotora.

Este punto anterior es crucial porque está relacionado con el trasvase que se pueda hacer desde las actividades que los individuos desarrollan en CV de diferentes características y con diferentes propósitos, a una actividad fuera de la red que plantee un modelo de organización social basado en principios de autogestión y autoorganización. A veces, al querer aplicar la misma escala de valores (o semejante) entre una y otra, entre lo virtual y lo real, nos hace perder de vista hasta qué punto lo que podríamos denominar “filosofía de la CV” desde el punto de vista organizativo (autoorganización, autogestión, transparencia de las actuaciones, registro histórico abierto a la consulta y a la diseminación de sus contenidos, etc.), permea actualmente un sinfín de relaciones a todas las escalas en el mundo real: individual, profesional, empresarial, gubernamental y no gubernamental (ONG), institucional, ciudadana, etc. Esto no significa, por supuesto, que se produzca necesariamente un trasvase automático de formas organizativas típicas de la CV al mundo real, de la misma manera que las formas organizativas del mundo real entran inmediatamente en tensión y conflicto cuando se las pretende imponer en el mundo virtual como forma de alcanzar metas a través de la interacción y el trabajo colectivo.

La tipología de las CV es ilimitada, es casi una función de la sencillez para constituirlas y desarrollarlas: un objetivo explícito, un grupo de gente que coincide en desarrollar ese objetivo mediante intercambios, una metodología de trabajo (que incluye la posibilidad de la moderación), un espacio virtual organizado (que abarca desde la lista de distribución hasta entornos virtuales altamente organizados con servicios de asistencia a la comunidad virtual -consultores, materiales adicionales obtenidos en la web, referencias bibliográficas, conexiones a otras redes o CV, buscadores de los materiales generados por la CV, etc.-) y archivos transparentes y con diferentes grados de organización. Además, el territorio susceptible de ser colonizado por las CV tampoco reconoce límites: dede las agrupaciones espontáneas o más o menos dirigidas en ámbitos abiertos, hasta las que se organizan en empresas e instituciones, en las relaciones entre ciudadanos y entre estos y las administraciones públicas, en entornos profesionales o de ocio, o las que persiguen objetivos sociales, económicos, culturales o científicos que mantienen una diversidad enorme de criterios respecto a la procedencia o características de sus integrantes. En realidad, como dijimos más arriba, estamos hablando de la célula básica de producción de información y conocimiento en la Sociedad del Conocimiento, por tanto estamos apuntando a los rasgos políticos de dicha producción cuando la enmarcamos en las CV.

A lo ilimitado de la tipología de las CV posibles, se une otro factor: su gobierno. Desde las reglas difusas de las primeras BBS que contenían CV dedicadas a abordar determinadas temáticas -al principio, fundamentalmente, las relativas a la propia tecnología y los programas informáticos que permitían conformar el espacio virtual en red para el funcionamiento de la propia CV, por elemental que esta fuera- hasta las CV de una mayor complejidad en su normativa interna que prefigura elementos avanzados de autogobierno, de consenso democrático y de una nueva forma de entender la política a través de un contexto deliberativo implícito que emerge con toda su fuerza en los momentos críticos del funcionamiento de la CV.

En este gobierno de la CV ha desempeñado históricamente un papel esencial el moderador, que progresivamente va emergiendo como una figura nueva en los modelos de cooperación asíncrona y de autoorganización de lo que, de otra manera, tendería a un caos por acumulación. El moderador, si está armado de una clara metodología de trabajo, es una de las pocas personas de la CV que puede modular su calidad, ritmo de funcionamiento y la calidad y el tono de los intercambios.

En definitiva, la Sociedad del Conocimiento se construye sobre la capacidad de crear, tratar y transmitir información y conocimiento. Y esta capacidad implica una nueva percepción -o conjugación- de términos como productividad, eficiencia y rentabilidad de los saberes. La CV tiende a optimizar la creación, gestión y difusión del conocimiento que resulta de las prácticas de sus miembros, lo cual supone un aumento de la libertad de acción de cada uno de ellos.

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Ciberoteca del proyecto MISTICA: http://funredes.org/mistica/castell...

24 de abril de 2006

couverture du livre enjeux de mots Este texto es un extracto del libro Palabras en Juego: Enfoques Multiculturales sobre las Sociedades de la Información. Este libro, coordinado por Alain Ambrosi, Valérie Peugeot y Daniel Pimienta, fue publicado el 5 de noviembre de 2005 por C & F Éditions.

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Comunidades virtuales 17 de noviembre de 2008 Comunidades virtuales

Creo que hoy en día se hacen necesarias las comunidades virtuales, ya no solo para política o prensa. Los jovenes son los que están cambiando la forma de comunicarse, creo que eso debería reflejarse en los colegios y todos deberían tener comunidades virtuales en las páginas webs de los centros educativos como hacen muchas universidades en Estados Unidos y empieza a implantarse en España