El robo de las semillas de maíz en su centro de origen y de diversidad genética

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Adelita San Vicente Tello,Ingeniera agrónoma, Directora de la Fundación Semillas de Vida, A.C. México

Areli Carreón, Estudiante de Posgrado en Desarrollo Rural, UAM-Xochimilco, México.

Tan solo por Nuestro Sustento, el maíz, subsiste la tierra, vive el mundo, poblamos el mundo. El maíz, Tonacayotl, es lo en verdad valioso de nuestro ser. Códice Florentino

Las semillas son principio y fin, constituyen el primer eslabón en la cadena de alimentos, se siembran para iniciar el ciclo agrícola y son el principal medio de producción en la agricultura. A su vez, son importante fuente de alimentos, bebidas, textiles y aceites; casi todos los carbohidratos que consume la humanidad proceden de granos que a su vez son semillas.

La semilla ha jugado un papel central en la historia de la mujer y del hombre, reflejado en múltiples expresiones culturales alrededor del mundo, incluso es motivo de culto. Su valor simbólico la llevó a ser considerada en algunos pueblos mesoamericanos como moneda, dándole un valor de cambio.

Como insumo básico de la agricultura y reservorio de la información genética, la semilla ha sido objeto de múltiples transformaciones tecnológicas, desde su selección, mejoramiento hasta la manipulación genética. Los procesos tecnológicos ligados a la semilla han posibilitado grandes transformaciones de la humanidad: su sedentarización, el incremento de la producción con la Revolución verde y ahora lo que se presume como una nueva revolución: la transformación genética que busca el control monopólico de la producción de los alimentos. A lo largo del siglo XIX, la tendencia en el sector rural implicó la concentración de las tierras consideradas como el principal medio de producción, poco a poco los insumos cobraron relevancia. En el siglo XX la Revolución Verde permitió incrementar de manera inusitada la producción de alimentos en el mundo.

A la par de esta evolución tecnológica, la concepción de la semilla como un recurso de uso común por excelencia se convirtió en un bien, sumamente codiciado, que entró al mercado de lleno, adquiriendo el cáracter de mercancía, con una clara tendencia a la privatización. La transformación de la semilla de un recurso de uso común a una mercancía ha sido posible a partir de un “cercado” que se ha establecido mediante tres mecanismos de control, cuyo fin último es limitar o eliminar la autosuficiencia indígena, campesina y local para producir alimentos.

Uno de los mecanismos evidentes es la imposición de tecnologías como forma privilegiada para apropiarse de las características de las semillas y el conocimiento tradicional ligado a ellas. El segundo mecanismo de control es el establecimiento de un estatus legal que ha coadyuvado para transformar las semillas de un bien sin propietario a una propiedad, mediante un marco jurídico de orden internacional y nacional, que permite registrarlas, certificarlas y patentarlas. Este cerco se cierra con las políticas desarrolladas en torno a la producción agrícola como tercer mecanismo que ha permitido el fortalecimiento y la concentración de las empresas semilleras trasnacionales, en detrimento de la autonomía productiva de los pequeños productores agrícolas. Esto es claro si revisamos las ganancias y la concentración que en los últimos años han realizado las empresas semilleras en el mundo. Hace 20 años existían miles de empresas que vendían semillas, la mayoría de ellas pequeños negocios familiares. Después de varias décadas de fusiones y adquisiciones, en la actualidad unas cuantas compañías manejan las semillas comerciales, especialmente en los sectores industriales de maíz y soya. En el caso del maíz, “cuatro compañías -Monsanto, Dupont, Syngenta y Dow- controlan más de tres cuartas partes del mercado de semillas de maíz, excluyendo a China. Estas mismas empresas poseen la mayoría de las patentes agrobiotecnológicas (Grupo ETC, 2003 y 2007).

En estos momentos podemos observar el poderío y el papel de estas empresas: mientras que el mundo entero vive un alza en los precios de los alimentos, Monsanto “el gigante estadounidense aumentó por tercera vez este año su previsión de ganancias para el año fiscal que termina el 31 de agosto, gracias a la fuerte demanda por semillas”. (El Tiempo, 2008).

México y su principal producto agropecuario, el maiz, base de su alimentación y del cual se considera centro de origen y diversidad genética, representan un claro ejemplo de esta transformación. Dada la importancia global del maíz como commodity multifacética, es obvio el interés por controlar esta planta, considerada sagrada por los mexicanos.

El maíz amenazado en su centro de origen

Más de 15 por ciento de las especies de plantas que se consumen en el mundo tienen su origen en México (Quintero, 2008). Esta gran diversidad biológica no existe en forma casual o gratuita: “su existencia es el resultado de siglos de interacción profunda con los pueblos indígenas que habitan el territorio mexicano”. (Toledo, 1997:133). El maíz es indisoluble de México, esta es la razón por la que en los últimos años se ha impulsado una Campaña por la defensa de Soberanía alimentaria que se ha denominado Sin maíz no hay país. La frase resume la relevancia que este cultivo tiene para los mexicanos, en términos económicos, alimentarios, pero sobretodo como referente de identidad. Las expresiones culturales y religiosas que muchos pueblos mexicanos celebran están regidas por la actividad agrícola y centradas en el maíz.

Cuando el poeta Octavio Paz dijo que el maíz es un invento del hombre equivalente al descubrimiento del fuego se refiere al manejo tecnológico que los antiguos habitantes de Mesoamérica hicieron de la producción de maíz. El maíz es producto de un trabajo de selección que desarrollaron los mesoamericanos desde hace más de 7,000 años a partir de una planta silvestre llamada Teocintle. En esta historia que enlaza al maíz y al ser humano “la unión penetró hasta la intimidad molecular del maíz hasta hacerlo más útil para el hombre...” (López Austin, 2003:29).

Este cultivo se expandió rápidamente por el mundo después de la conquista española gracias a su gran capacidad para adaptarse a diferentes condiciones climáticas, puesto que el maíz crece desde el nivel del mar hasta los 3 000 msnm.

Al término de la guerra mundial la humanidad se enfrenta al reto de incrementar la producción de alimentos, inicia entonces un proceso de modernización rural en el que se desarrolló un modelo de producción industrial basado en lo que se denominó Revolución verde. Este cambio tecnológico implica “la introducción de un “paquete” determinado de prácticas e insumos necesarios para explotar el potencial de elevados rendimientos de que se dotó, mediante la investigación genética, a nuevas variedades de granos alimenticios”. (Hewitt, 1978:12). En 1941 México y Estados Unidos iniciaron las pláticas relativas al Plan de Posguerra para el Desarrollo Económico de México, en el cual se inscribe el Proyecto Revolución Verde. Estados Unidos había realizado importantes avances en el campo del fitomejoramiento, al conjugar la aplicación de leyes de Mendel por hibridación sexual a la mejora de las plantas cultivadas y de prácticas agrícolas basadas en la agroquímica y la mecanización (Iáñez, 2002). Norman Borlaug, considerado el padre de la Revolución verde y por la cual recibió el Premio Nobel de la Paz en 1970, se trasladó a trabajar en México en 1944 en un programa nuevo de la Fundación Rockefeller cuyo propósito era asistir a los agricultores pobres en México para aumentar su producción de trigo (Action Bioscience, 2002).

Cuando llegan a México los investigadores norteamericanos lo que más les llamó la atención fue la diversidad de plasma germinal en maíz. Sin embargo algunos investigadores, como el Dr. Sauer de la Universidad de California, mantenían una postura crítica y señalaron: “Un grupo emprendedor de agrónomos y criadores de plantas de los Estados Unidos podrían arruinar los recursos nacionales para siempre si hacen hincapié en sus variedades comerciales norteamericanas” (Hernández X, 1998:127).

Con el apoyo de la Fundación Rockefeller, en 1943 se instauró la Oficina de Estudios Especiales (OEE) como una unidad de investigación de la Secretaría de Agricultura (INIFAP, 1995). Además surgió el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) como un programa piloto en México. Más adelante organismos de desarrollo, patrocinadores nacionales y fundaciones privadas conformaron el Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), para establecer

una colaboración innovadora y continua entre investigadores mexicanos y de otras nacionalidades. A mediados del siglo XX en México, los gobiernos posrevolucionarios dieron un gran empuje a la producción agropecuaria como el motor de la economía. Por todos los medios se buscó imponer el modelo tecnológico de la Revolución Verde, aún cuando las condiciones de producción eran y son tan diferentes de las de Estados Unidos. En el caso de la semilla se logró la reproducción en escala comercial, mediante la Productora Nacional de Semillas (PRONASE), de las variedades que el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas desarrollara, así como la distribución y venta de éstas entre los agricultores. PRONASE sirvió para garantizar el abasto de semillas certificadas, fungiendo como proveedor principal de semillas y como regulador de precios y calidad en el mercado de zonas con alta demanda en semillas mejoradas de granos y hortalizas, al suministrarlas a bajo costo.

Hacia fines del siglo pasado, en la década de los ochenta, la aplicación en México de las políticas de ajuste estructural recomendadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial provocaron la destrucción de la infraestructura productiva en manos del Estado y dieron fin a su capacidad para apoyar a los productores agrícolas nacionales. Progresivamente se desmantelan las funciones rectoras del Estado mexicano en la economía, transfiriendo dicha responsabilidad al sector privado. Se suprime la autosuficiencia alimentaría del país al apostar a que el mercado internacional proveerá los granos baratos que garantizarán la alimentación de los mexicanos.

En enero de 1994, al adquirir vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el mercado mexicano de semillas mejoradas de granos y hortalizas se abrió al sector privado. PRONASE fue desincorporada y vendida a empresarios en condiciones muy ventajosas para éstos y desfavorables para la Nación, pues el Estado perdió la capacidad reguladora sobre el proceso de la producción de semillas. Esta serie de políticas provocó la expulsión de millones de campesinos que emigraron a la ciudad, pero sobretodo a Estados Unidos en condiciones de ilegalidad. Parecía que el objetivo era tener un campo sin campesinos y un México sin indios para poder extraer impunemente sus recursos naturales: agua, minerales, germoplasma.

De esta manera se establecieron las condiciones óptimas para la imposición del uso de semillas transgénicas en el campo mexicano y la apropiación de la agrobiodiversidad del maíz en su centro de origen. La primera solicitud para organismos genéticamente modificados de uso agrícola que se presentó en México para la experimentación del jitomate transgénico flavr-savr fue en 1988 (Pérez M., 2001:214). De ahí se estableció un sistema legal que permitió la experimentación bajo confinamiento de maíz transgénico en México. Sin embargo crecía la preocupación al incrementarse las solicitudes ante la desregulación de la producción de maíz transgénico en Estados Unidos. Múltiples foros y debates llevaron a la siguiente conclusión: “debe reconocerse que la liberación al medio ambiente de organismos vivos modificados puede representar riesgos para la diversidad biológica de México”. (Greenpeace, 2003). Así se establece una moratoria de facto a la siembra de maíz transgénico sin sustento jurídico pero basada en importantes investigaciones y en el impulso de las organizaciones de la sociedad civil y de académicos.

A pesar de esta moratoria, en 2001 una investigación muy difundida denunció la contaminación transgénica de maíces nativos de Oaxaca (Chapela, 2001).

Aún cuando se avanzó en la aprobación de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados en mayo del 2004, en esta Ley quedó establecido el Régimen de Protección para los cultivos de los cuales México es centro de origen, en especial del maíz. Este instrumento de bioseguridad se introdujo en la Ley con el consenso generalizado respecto a la relevancia de proteger al maíz como principal producto agrícola tanto por su nivel de producción, como por ser la base de nuestra alimentación. A la fecha no se ha logrado establecer este Régimen, si bien se presentó un Anteproyecto en abril pasado, este fue ampliamente rechazado.

Hoy en México la siembra de maíz transgénico es ilegal y esta tipificada como Delito Contra el Ambiente y la Gestión Ambiental en el Código Penal [1]. Por ello a pesar de la presión de las empresas y del propio gobierno han prevalecido en México criterios de bioseguridad frente a la biotecnología moderna. En septiembre del 2008 se detectó la siembra ilegal de maíz transgénico en Chihuahua. El gobierno ha dado poca respuesta a un problema de tal magnitud. En los próximos meses será fundamental la decisión que como país se tome frente a la introducción de una tecnología sumamente cuestionada, de cara a la situación inconmensurable de ser centro de origen del cereal más importante para nuestro país y tal vez hoy para el mundo.

La resistencia

En México se desarrollan diversas experiencias de resistencia ante la apropiación y control sobre las semillas mediante la defensa y promoción de las semillas como bien común, bajo la gestión tradicional de comunidades campesinas e indígenas que se adapta de diferentes formas a las imposiciones tecnológicas, legales y económicas al modelo de producción post Revolución verde.

Bancos de semillas comunitarios, ferias de intercambio de semillas, zonas libres de transgénicos, redes y uniones de pueblos en defensa del maíz, redes de tianguis orgánicos, festivales de gastronomía del maíz, talleres, foros y reuniones de ciencia indígena son solo algunas de las estrategias que se están llevando a cabo en Michoacán, Puebla, Oaxaca, Chihuahua, Tlaxcala, Jalisco y Chiapas, entre otros. Es así como quienes a lo largo de los siglos crearon y recrearon la biodiversidad hoy siguen siendo los sujetos responsables de la generación y mantenimiento de la biodiversidad, de la que depende el futuro de la alimentación en el mundo. Hoy no podemos permitir que la voracidad de las empresas trasnacionales se apropie de este trabajo.


Bibliografía:

- ActionBioscience.org. Noviembre 2002. Biotecnología y la Revolución Verde. Entrevista original con Norman Borlaug.
- Chapela, Ignacio y Quist, David. 2001. Transgenic DNA introgressed into traditional maize landraces in Oaxaca, Mexico Nature 414, 541-543 29 November 2001
- Cortázar Martínez, Alfonso. Cronología general acerca de la Escuela de Agricultura Hermanos Escobar. www.docentes.uacj.mx/rquinte...
- Grupo ETC. Oligopolio, S.A. Nov-dic 2003. Concentración del poder corporativo: 2003. Communique No. 82.
- Grupo ETC. 30 de abril de 2007. Las 10 compañías de semillas más importantes del mundo – 2006 www.etcgroup.org
- Greenpeace, Boletín de Prensa. Noviembre 2003. Secuestran corporaciones agrobiotecnológicas a la Cibiogem. México, D.F. 11
- Hernández Xoloxotzi, Efraim, et al. 1998. Tecnología Agrícola tradicional ¿Una tesis educativa? Pp: 125-131. En Díaz de León Marco Antonio. Nueve mil años de agricultura en México. Grupo de estudios Ambientales y Universidad Autónoma de Chapingo.
- Hewitt de Alcántara, Cynthia . 1978. La modernización de la Agricultura mexicana 1940-1970. Siglo Veintiuno editores, S.A. México D.F.
- Instituto Nacional de Investigaciones Forestales y Agropecuarias (INIFAP). Junio 1995. México: Informe Nacional para la Conferencia Técnica Internacional de la FAO sobre los Recursos Fitogenéticos (Leipzig, 1996). Distrito Federal.
- López Austin, Alfredo. 2003. Cuatro mitos mesoaméricanos del maíz. En Esteva Gustavo. Sin maíz no hay país. Consejo Nacional para las Culturas y las Artes. México, D.F.
- López Herrera, Agustín. 2005. Políticas y legislación sobre bioseguridad agrícola en México y la percepción de la sociedad. Pp.:30-37. En: Valdivia C. E.; J. Trujillo y J. Sánchez E. (coord.) Bioseguridad y Protección Fitosanitaria en la globalización comercial. Universidad Autónoma de Chapingo, México, D.F. Página electrónica: http://www.cimmyt.cgiar.org
- Pérez Miranda, Rafael. 2001. Biotecnología, Sociedad y Derecho. Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco y Editorial Porrúa. México, D.F..
- Periódico El Tiempo. 26 de marzo de 2008. Monsanto Gigante. Bogotá, Colombia. Sección 1 p.10.
- Quintero Salazar, Baciliza investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de México entrevistada en nota de prensa Más de 15% de especies vegetales que se consumen en el mundo son mexicanas en La Jornada 28 de agosto, 2008. http://www.jornada.unam.mx/2008/08/...
- Toledo, Víctor Manuel, 1997. La diversidad ecológica de México. En Florescano E. (Coord.) El patrimonio nacional de México Vol. I. Fondo de Cultura Económica, México, D.F.

[1] Código Penal, Libro Segundo, Título Vigésimo Quinto, Capítulo Tercero. De La Bioseguridad. Artículo 420 ter. Se impondrá pena de uno a nueve años de prisión y de trescientos a tres mil días multa, a quien en contravención a lo establecido en la normatividad aplicable, introduzca al país, o extraiga del mismo, comercie, transporte, almacene o libere al ambiente, algún organismo genéticamente modificado que altere o pueda alterar negativamente los componentes, la estructura o el funcionamiento de los ecosistemas naturales…

Posté le 16 de diciembre de 2008

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